
No busco otro mundo detrás del mundo. Hay en éste lo suficiente. Las palabras se gastan pero es posible hacerlas sonar bajo otra luz, con otra cuerda. Escucharlas sin entender hasta oir su música nueva nacida de la palabra vieja, cáscara de resonancias. Ponerla a vibrar hasta que el sonido, el mismo sonido común, cotidiano, produzca un tinte de asombro. Hasta ese punto.
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