Hace frío. La ciudad está triste. El sol sale sobre nuestra insensibilidad. Nosotros, los que somos adultos, sólo tenemos para mostrarles a los jóvenes nuestra falta de amor. Nuestro desinterés. Nuestra desidia. A falta de imaginación, queremos corregir lo que nos molesta con el rigor. A falta de ley, queremos aplicar nuestro capricho. Por miedo a lo que no entendemos, queremos destruirlo. Sin pensar. Sin esfuerzo. Tibios. Sin saber de qué lado estamos.
A la ciudad se le caen los brazos mientras la sopapean, la aplastan, le cortan las piernas. La destrucción avanza a paso largo. Los jóvenes protestan ¿y nosotros?
Hace frío. El sol sale, de todos modos, sobre esta ciudad triste. Alguien, a pesar de todo, lo ve salir.
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