jueves, 19 de noviembre de 2009
Derivamos
martes, 1 de septiembre de 2009
Hay un pájaro rojo en mi jardín
Hay periodistas especializados que se preocupan mucho por saber si un cuento o una novela son autobiográficos. Y, si tienen la posibilidad, corren a sacudir al autor para que confiese en qué parte o qué anécdota corresponde a algo que le pasó, que siente o piensa o cree en su vida real. Hay quienes se dedican a descubrir en las ficciones los alter egos de los autores, sus asuntitos personales y privados, sus tendencias y deseos ocultos. Como si enterarse de todas esas trivialidades cotidianas del autor aportara algo a la novela o al cuento que escribió, como si la novela o el cuento necesitaran de esos aportes soportes para funcionar.
El autor ya hizo lo que pudo con lo que tenía. Todo y nada es autobiográfico. Todo porque hasta la más mínima línea la escribe desde sí mismo, nada porque siempre se es otro, no sólo cuando se escribe. Sus realidades, las realidades de cada uno, son ficciones también, funcionan como tales. Para qué perseguir las ficciones que dieron origen a otras ficciones, cuando se tiene una ficción escrita que funciona o no funciona, pero en todo caso debería hacerlo por sí misma. Una ficción que funciona no necesita explicaciones, ni adendas, ni aclaraciones, ni interpretaciones silvestres. No necesita las sombras de su autor para ser leída. Porque si las necesita, hay algo en ella que no funciona. Y si no las necesita, ¿para qué meterse con las cuestiones personales del autor?. ¿Tanto interesa la vida del que escribió algo, en sus detalles nimios?
A un músico ¿le preguntarán también si su composición es autobiográfica?. ¿Si ese acorde disonante lo sacó cuando escuchó sonar la alarma del auto de su abuela? ¿Si escribió en clave de sol porque hacía buen tiempo? ¿Si le puso fa sostenido porque así se llama su perro?
Si digo que hay un pájaro rojo en mi jardín, y muestro la foto para que me crean, y escribo en mi novela que hay un pájaro rojo en mi jardín, ¿interesa si puede llegar a tratarse del mismo pájaro, si lo puse por eso, si se relacionan estas tres ficciones que propongo y cómo? Me refiero a si interesan en relación a la tercera ficción propuesta: el pájaro rojo en mi jardín de la novela; como planteo literario, no filosófico. ¿No tiene suficiente interés lo que está escrito y cómo? ¿No es bastante?
Ah, Magritte, Magritte. Volvé que te queremos. Ceci n’est pas une pipe.
jueves, 13 de agosto de 2009
La llave
¿Cuál es la llave que nos lleva a escribir un texto?
Primero hay que querer.
Los tiempos siempre son difíciles. En medio de las dificultades, en medio del ruido que hacen las dificultades, buscamos algo. Nos sentimos atraídos por esas artículas sonoras pasibles de notación. Con esas mismas artículas, anotamos cosas y algo se produce. Se abre una dimensión dentro de ésta, con ésta, a través de ésta y todos sus ruidos problemáticos. No es nada mágico, pero parece mágico. Y es mágico. No hay ninguna llave, pero inventamos una. Y a partir de ahí los mundos se suceden y los tiempos se parten.
Cada uno hace su propio recorrido, va por los textos y viene por los textos. Abre y cierra donde quiere, si usa su llave.
martes, 9 de junio de 2009
Personajes
El que crea un personaje tiene que dejarlo ir hasta las últimas consecuencias.Si permite que asomen sus prejuicios (los suyos, no los del personaje), aunque sea sin darse cuenta, se va a quedar a mitad de camino y su personaje va a sufrir esa censura.Quien tome contacto con el personaje lo va a ver sufrir, hacer un guiño mudo, resignado, una mueca fuera de lugar. Hace su papel con la resignación del que actúa bajo amenaza, se somete a su letra, aplastado bajo el papamoscas que el autor se permitió esgrimir. Se sale de la escena debido a esta presión, porque desde entonces todo el tiempo intenta avisarnos que no es él, que no es ella, que no es su culpa, que la obligan.
jueves, 21 de mayo de 2009
Qué diferencia un texto con valor literario de uno que no lo tiene
Las palabras son siempre las mismas: todas son palabras. No son en sí ni buenas no malas, ni lindas ni feas, ni poéticas ni vulgares. Todo depende de cómo se relacionan con las demás. Si una palabra es capaz de decir algo en un momento determinado, es porque está en relación con otras palabras, en un determinado contexto.
En el lenguaje cotidiano queremos entendernos, que el otro nos entienda. Que cuando decimos “prepará el mate” no nos mire atentamente esperando la gran revelación que le vamos a hacer, sino que ponga el agua a calentar y saque la yerba.Cuando escribimos, la preocupación debería ser otra. En el lenguaje cotidiano, para tratar de entendernos, las frases tienden a acartonarse. Y hasta parece que las palabras remiten a las cosas y todos sabemos lo que se quiere decir: la vaca es la vaca, la mesa es la mesa, los buenos días son los buenos días. Si uno no se pregunta mucho, todo parece encajar y funcionar y gracias a eso con algunos creemos entendernos perfectamente y con otros para nada.
Pero escribir significa dejar de hacerse el tonto (al menos en relación al lenguaje). Porque si digo vaca, no hay nadie que pueda asegurar que me estoy refiriendo al animal cuadrúpedo tan apreciado por los carnívoros, y no a la mujer de enfrente, o a la plata que todos ponemos para algún buen fin, o a lo sagrado, o al campo, o a la infinita incomprensión, o a la madre del borrego, quién sabe. Y bien, en la escritura, esto desliza todo el tiempo. No hay nada que ligue una palabra con un referente concreto, sólo se liga con otras palabras que están para darle un sentido y no otro, no cualquiera. Pero los sentidos son múltiples y es bueno recordarlo. A su vez la gramática, la sintaxis, la puntuación, tan importantes con sus reglas para el buen entendimiento, en la escritura tienen que estar al servicio de otra cosa. Tienen que perder su fijeza cotidiana para que las palabras de siempre no repitan como loros siempre lo mismo. Rompiendo el lenguaje cotidiano es como se escribe, pero no como un bonito ejercicio, como unos relajados abdominales de la lengua, hehcos para mostrar, no como efectos especiales que son un fin en sí mismos, piruetas mecánicas que buscan la pura novedad. No. Hay que no tener algo para decir.
Y si no se tiene algo para decir, y se dice escribiendo, los mecanismos que permiten romper el sentido común, cotidiano, aceptado del lenguaje diario son : la metáfora y la metonimia. Pero la metáfora y la metonimia están también en el lenguaje cotidiano. Si escribimos, se rompe y se reinventa. Se hace el intento de traducir en una nueva lengua lo que a nosotros nos afecta. El valor literario es una consecuencia, nunca una causa, nunca un efecto que se busca. Y no puede venir más que de ese golpe de creación. De lo que no se tiene.
jueves, 16 de abril de 2009
les mouettes
Este texto surgió del encuentro con una construcción, un paisaje. Las líneas siempre fueron importantes para mí. Remarco la cuestión del encuentro, porque creo que un sustrato de escritura no se va a buscar haciendo turismo o yendo de excursión. Más bien se produce el encuentro si se está atento. Lo que va a escribirse salta sobre el que está dispuesto, que no puede ser un turista. Un turista está de paso, va de visita, va a ver. No se compromete. El que escribe choca con algo que ya no es puramente externo: el encuentro hace que sea externo e interno, y desde ahí se escribe.
"...........Desde ese lugar, y sólo desde ese lugar, si uno mira, a lo lejos, se ve el mar. Se ve. El mar con sus pájaros de agua. Voladores de espuma, tejedores de itinerarios invisibles. Sus calles convergen sobre estas otras calles, estas calles terrestres que vuelan también hacia lo alto. El trazo del aire, del agua y de la piedra forman el cuerpo de este pequeño mundo, extraído del gran mundo para plasmarlo en el papel........................."
lunes, 6 de abril de 2009
Reflexiones de un Pintor
El artista plástico Darío Giménez llevaba un diario a la manera de un artista plástico: collages y dibujos en cuadernos. Puso a mi disposición esos cuadernos. Surgió un relato que dio origen a Reflexiones de un Pintor, tercer libro artesanal en mi haber, del que cuelgo acá algunas páginas.
Empieza así:
Todos los presentes son inciertos. El futuro camina entre nosotros.
Tengo delante mío un paquete de esos que nadie quiere abrir. Puede ser muy peligroso: está el tema de la radiación. Es un paquete que viene de la superficie. Y la superficie, se sabe, está altamente contaminada. Tenemos un solo mundo, pero eso no importa. El que puede darse el gusto, lo hace. Materializa todos sus caprichos, total, para qué privarse. Los demás flotan por ahí. Si revientan no tiene ninguna importancia. Cada quien que se cuide como pueda. Por eso nadie se anima a abrir el paquete. Lo rescaté y me lo traje. Puede ser que yo me anime. Alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que recuperar la memoria.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Girondo y la memoria
De Membretes (1944):
“Tanto en arte, como en ciencia, hay que buscarle las siete patas al gato.”
“Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir,”
“La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.”
“Sólo después de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada.”
“Los pintores chinos no pintan la naturaleza, la sueñan.”
“En arte, en poesía, nada más importante que el recuerdo, ni más indispensable que saber olvidar.”
Citas. Una cita con Girondo. Leer para recordar y leer para olvidar. La memoria hace su propio trabajo. Se mezcla y se da de nuevo.
Busco un pie de página de Camus, en El mito de Sísifo. Entre otras cosas, dice: “Casi todo el mundo se cree capaz de pensar y, en cierta medida, bien o mal, piensa efectivamente.” Me costó encontrarlo, porque lo recordaba con el verbo escribir en lugar de pensar: casi todo el mundo se cree capaz de escribir y, en cierta medida, bien o mal, escribe efectivamente. Pero deben ser pocos los que escriben porque no pueden dejar de escribir. Otro pie de página de Camus, esta vez de El primer hombre: “El libro tendría que tener todo el peso de los objetos y la carne.” Sin duda, si es producto de lo que no se puede dejar de escribir.
Casi todo el mundo escribe. Algunos no pueden dejar de escribir. Otros, lo que no pueden dejar es de publicar. Pero los escritos hacen su camino, muchas veces insospechado.